Despertar es lo que en la cultura oriental se conoce como iluminación o en la Religión judeo-cristiana es la salvación. El libro Un curso de Milagros lo llama despertarse, toda vez que este hace una analogía de la vida con un sueño y que estamos dormidos soñando con esta experiencia ilusoria que llamamos vida.
En mi libro Eternamente Ahora, que será publicado en el primer semestre del 2016, la defino así:
“Es “encontrar”, reconocer, darse cuenta, ser consciente de nuestra verdadera naturaleza más allá del nombre que parece identificarnos (personaje) y de la forma limitada (cuerpo) que creemos ser. Mientras no sintamos esa conexión (unidad) proyectamos la ilusión de la separación, percibiéndonos a nosotros mismos como fragmentos, partículas, individuos aislados los unos de los otros. Al percibirnos como lo que no somos, surge el miedo como lo natural en nuestra vida, este miedo no es más que cualquier tipo de conflicto interior y exterior; en cualquiera de sus manifestaciones: Culpabilidad, ira, sufrimiento, estrés, inseguridad, victimismo, resentimiento, tristeza, odio, resistencia o negatividad, condenación, depresión, envidia, dolor, enfermedad, etc.
El mensaje de Jesús el Cristo, Siddhartha el Buda y todos los maestros, sabios, profetas, elegidos, santos, avatares como los queramos llamar, es el mismo: enseñaron que se puede “alcanzar” un estado de iluminación, salvación, plenitud, despertar, conciencia pura, reino de los cielos, nirvana, etc. aquí y ahora. Es posible vivir libre del sufrimiento, libre de la ansiedad y la neurosis condiciones consideradas normales en nuestra cotidianidad. Para lograrlo debemos llegar a reconocer nuestro papel como propiciadores (responsables) de nuestro dolor. No son los demás, nada ni nadie de allá “afuera”, llámese mundo, proyección, sistema de cosas, experiencia vital o como lo quiera llamar; es nuestra mente individual, la mente errada como la llama Un curso de Milagros, la causa de lo que llamamos “problemas”, con su corriente casi constante de pensamientos acerca del pasado o el futuro incierto. Todos los aparentes problemas se resumen en uno: El gran error de identificarnos con nuestra mente, de pensar que eso es lo que somos, cuando de hecho somos mucho más.
“En este mundo, puesto que la mente está dividida, los Hijos de Dios parecen estar separados. 2Sus mentes, asimismo, no parecen estar unidas. 3En ese estado ilusorio, el concepto de una "mente individual" parece tener sentido…
“5.La mente puede gozar de rectitud o estar errada, dependiendo de la voz que escuche. 2La mentalidad recta escucha al Espíritu Santo, perdona al mundo, y en su lugar ve el mundo real a través de la visión de Cristo. 3Ésta es la visión final, la última percepción, la condición en la que Dios Mismo da el paso final. 4Ahí, al tiempo y a lo ilusorio les llega su fin.
6. La mentalidad errada escucha al ego y teje ilusiones; percibe el pecado, justifica la ira, y considera que la culpabilidad, la enfermedad y la muerte son reales. 2Tanto este mundo como el mundo real son ilusorios, pues la mentalidad recta simplemente pasa por alto o perdona lo que nunca ocurrió.” (Manual Del maestro, Clarificación de Términos, Mente 2, 5, 6. UCDM)
La mente es un aspecto, un instrumento, una herramienta del ser, que representa el principio activo del espíritu, el cual le suministra la energía creativa, es el asiento de la voluntad, los pensamientos y las emociones. La mente fue diseñada para ser un siervo útil, pero la hemos convertido en el amo. Parametrizada por el tiempo, la mente permanece revoloteando y aferrándose a las experiencias pasadas o anticipando lo que podría venir. Al identificarnos con la mente errada, “yo” personal o falso, es decir creer que eso es lo que somos, cometemos el error fundamental de nuestro sufrimiento y caemos en el mayor engaño del sistema de pensamiento que llamamos ego; cuando de hecho somos mucho más que esa mente. Estamos tan acostumbrados a ese incesante pasar y repasar de pensamientos, que es más fácil para nosotros reaccionar, responder, casi que programáticamente a estos, tomando así el camino del menor esfuerzo en vez de estar alerta, totalmente despiertos al momento presente, al ahora, al eterno presente, o al instante santo, como lo llama Un Curso de Milagros; descansando en su profunda paz y plenitud, donde podemos reconocer a nuestro Verdadero Ser, que está más allá de nuestro cuerpo físico, nuestras emociones polarizadas y nuestra mente fluctuante que nunca se calla.
La identificación con nuestra mente crea como una especie de pantalla de conceptos, etiquetas, imágenes, palabras, juicios y definiciones que bloquea toda relación verdadera. Esta pantalla de pensamiento es la que crea la ilusión de la separación, la ilusión de que existe un “yo” y un "otro" totalmente separado. Olvidamos entonces un hecho esencial: Más allá de las apariencias físicas y de las formas separadas, somos uno con todo lo que es. Ya no podemos sentir esta unidad como una realidad evidente, es posible que aún creamos en esa unidad, pero ya no sabemos que lo es. Esa creencia puede ser consoladora pero no suficiente, ya que solo a través de la experiencia lo podemos saber y así liberarnos.
La mente es un instrumento magnífico si se usa correctamente. Utilizada en forma inadecuada, sin embargo, se vuelve muy destructiva. Para decirlo en forma más exacta, no es tanto que la usemos inadecuadamente, sino que generalmente no la utilizamos. Ella nos utiliza a nosotros y esa es la anomalía, el error, la enfermedad que hay que corregir, curar. Creemos que somos nuestra mente y el instrumento se ha apoderado de nosotros, semejante engaño. El comienzo de la libertad es la comprensión de que nosotros no somos esa entidad que se ha apoderado de nosotros. Saber esto nos permite observar a esa entidad y darnos cuenta de que hay un inmenso reino de inteligencia más allá del pensamiento, que el pensamiento es sólo un minúsculo aspecto de esa inteligencia. Sabemos entonces que lo realmente importante: el Amor, la Felicidad, la Creatividad, la Paz interior surgen más allá de la mente; y comenzamos a despertarnos, liberarnos, salvarnos, iluminarnos…
En lugar de la percepción, que percibe, el corazón sabe. La mente piensa y discute, pero el corazón sabe y continúa. Así incluso cuando las personas cometen errores, las amamos. Los pensamientos nos dicen una cosa, pero el corazón nos dice otra. La mente puede ser crítica y no estar de acuerdo, pero el corazón es amor sin importar a qué. El corazón no pone ninguna condición sobre lo que está ahí fuera. Sólo la mente hace eso. El amor no exige nada.
El Ser es la Vida Una, eterna, infinita y siempre presente, más allá de las miles de formas que están sujetas al nacimiento y a la muerte, al futuro y al pasado, es decir al tiempo. Está profundamente dentro de cada forma como nuestra esencia invisible, como nuestra verdadera naturaleza, siendo accesible a nosotros ahora. Aunque no lo podemos captar con la mente en el sentido de poder entenderlo, conceptualizarlo; podemos conocerlo, experimentarlo, saberlo, siempre y cuando la mente esté inmóvil, es decir cuando la mente no está fluctuando entre el pasado y el futuro, no está juzgando, calificando, etiquetando, condenando, interpretando. Dicho de otra manera, cuando nuestra atención está completamente en el ahora, es que se puede sentir el Ser. Recuperar la conciencia del Ser y permanecer en ese estado de plenitud es la iluminación, es el fin del sufrimiento, o sea del conflicto continuo interior y exterior; es la liberación de la esclavitud de pensar incesantemente. Un estado de Paz, de Unidad con el mundo (LO MANIFESTADO), así como con el Ser (LO NO MANIFESTADO).”
PRACTIQUEMOS
Lo bueno es que podemos liberarnos de la mente errada (sistema de pensamiento del ego). Esa es la verdadera liberación. Y lo mejor es que podemos hacerlo ahora mismo, empecemos por oír, tan a menudo como podamos, esa voz que deambula en nuestra cabeza. Sobre todo pongamos mucha atención a esos pensamientos repetitivos, esos que han estado sonando en nuestra cabeza por algún tiempo, quizás años. Pero ahora empecemos a escucharlos imparcialmente. Es decir, sin juzgar o condenar; porque al hacerlo habremos caído de nuevo en el truco de la mente para mantenernos nuevamente esclavos de ella. Al poco tiempo de estar llevando a cabo esta práctica, experimentaremos un nuevo nivel de consciencia, nos daremos cuenta que está esa voz y estamos nosotros escuchándola-observándola. Esta es una comprensión de lo que realmente somos: el Yo Soy o Yo Superior, El Cristo o El Hijo de Dios, esta comprensión es la conciencia de nuestra presencia, no un pensamiento, pues esta sensación surge más allá de la mente.
Ahora no solo somos conscientes del pensamiento sino de nuestra presencia o nuestro ser más profundo como testigo de dicho pensamiento, el cual empieza a perder poder sobre nosotros, ya que no nos identificamos con él y por ende no lo nutrimos con ningún tipo de energía; entonces surge una paz que sobrepasa, trasciende todo pensamiento, entendimiento. Al flujo de pensamientos compulsivos e involuntarios le alborea su final y comienza a desvanecerse, porque se le corta la continuidad de esa corriente incesante de pensamientos, produciendo una brecha entre pensamiento y pensamiento, lo que los orientales llaman la “no mente”. Estas interrupciones o brechas suelen ser muy cortas, de segundos al principio, pero se harán más largas con la práctica y durante estos eventos la paz se hará más profunda y con ella emana el “gozo” inefable de Ser, una de las manifestaciones del fruto del Espíritu Santo que menciona la Biblia.”
“Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. 25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. 26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros”.
(Gálatas 5:22-26)
En realidad podemos iluminarnos o despertarnos en un instante, pero debido al grado de percepción equivocada de la realidad y de identificación con la mente errada o sistema de pensamiento ego. Tenemos que hacerlo a través de un proceso de deshacimiento, de desaprender y desapegarnos de todo lo que hemos adquirido e inventado como real. Es un camino a casa o como decía Jesús, un camino de vuelta al Padre o ser uno con él Padre.
Esta práctica que recomiendo en mi libro Eternamente Ahora es solo el principio de ese proceso, pues hay muchos ejercicios de entrenamiento mental, en el libro Un Curso de Milagros hay 365 ejercicios.
En nuestra página también podrás encontrar más señales, ayudas que te indiquen ese camino y te apoyen a recórrelo. Estamos para servirte
Paz y Amor Siempre!
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